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Hacia el

futuro

Ha conseguido el permiso para salir temprano del trabajo, quiere celebrar el primer cumpleaños de su hija. Contento y con el corazón en la mano, sale de la oficina a las 3pm en búsqueda de un taxi o bus que lo lleve a casa.

 

Pasa una hora sin que transite alguno por la calle, saca su celular y desde la aplicación pide un taxi, pero siempre es rechazado. Frustrado piensa para sí mismo - Después se quejan por qué uno pide Uber -, así que trata de pedir uno pero estos también lo rechazan. Anonadado, cree que la falla es de su celular: elimina las aplicaciones y las vuelve a descargar, pero el resultado es el mismo.

 

Trata de respirar profundo, a su cabeza llega aquella rabia que acumulaba; la vena de su sien palpita a punto de estallar;  como un niño, hace pataleta, manda puños al aire mientras balbucea maldiciones a la ciudad. Exasperado, desahoga toda su furia en contra de aquel caos, desorden, corrupción, incompetencia e ignorancia que le afecta en su diario vivir, insulta al inepto que botó su voto, pasa por el ex-dirigente demagogo y se termina enfrentando a putasos con un par de deidades.

 

Con tristeza en el corazón mira el cielo que se nubla con amenaza de tormenta, él eleva su mano y lo insulta desafiante. Camina decidido para ir a su hogar, hasta que recuerda vive a una cuadra del peaje intermunicipal.

 

Tras un par de cuadras para en una tienda, compra agua, jadeante recuerda cuantas veces prometió hacer ejercicio sin llegar a cumplirlo, si que le hace falta en estos momentos. Mientras paga, ve en el televisor la razón de su desgracia; varios estudiantes y profesores marchan por la ciudad a favor de la educación. El cubrimiento en noticias no escatima en términos peyorativos y se centra en un puñado de inadaptados, que rompen a patadas un carrito de empanadas mientras el dueño llora arrodillado. Un señor de canas pintadas se le acerca borracho con una cerveza en la mano - En mis tiempos desaparecían a esos culicagados comunistas de mierda, ahora a todos les tiembla la mano. -

 

Al salir de la tienda camina cabizbajo, saca su celular y llama a su esposa... Tras un par de segundos, el buzón de voz le da pista para dejar un mensaje - Lo siento amor, creo que no podré llegar -.

 

Su esposa duerme plácidamente en la cama con su bebé, el apartamento está hecho un desastre, con juguetes, ropa y boronas regadas por doquier. La cara de ella refleja cansancio y sus ojeras pronunciadas son testigo del sueño que le falta, sin embargo, permanece con una sonrisa en su rostro mientras una de sus manos posa sobre la barriga de la pequeña princesa, para asegurar que se encuentre calmada.

 

Él camina por las calles con un maleta vieja, se le ha dado la señora de la tienda.

 

La lluvia no se hace esperar y con un fuerte rayo anuncia su presencia, él saca una sombrilla dañada, logra usarla para cubrir la maleta pero tiene que soporta las gotas y el granizo pegar contra su rostro.

 

Tras casi una hora de andar, llega a la vía principal donde los jóvenes caminan mientras cantan un tanto desafinados. Él se acerca tímidamente, comienza a repartir entre los asistentes unas cuantas empanadas y pequeñas botellas de agua que son recibidas entre gracias. Orgulloso coge una de las pancartas y se une a los cánticos de la marcha. Sabe que aunque poco está haciendo, ese es su granito de arena, es lo que por ahora puede hacer, para que su pequeña princesa tenga la posibilidad de ver el futuro que siempre soñó para ella.

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