top of page
DSC00579.JPG

Vaga

despedida

Fotografía de @guionomori

Al llegar a casa ve todo igual. Su antigua esperanza se extingue con cada paso y el corazón ya cansado, quiere reposar en un sueño eterno.

 

Se deja caer sobre el viejo sofá polvoriento. Sus ojos sollozan por la pérdida de su única pista. Los recuerdos arremeten sin tregua: las resacas, las peleas, los llantos y el odio.

 

Con el estómago vacío, el espíritu quebrado y el cuerpo cansado, permite a su depresión adueñarse de cada centímetro de su ser. La vida se le escapa entre las lágrimas que limpian su viejo y sucio rostro.

 

Un día pasó y él continúa inerte sobre la primera pertenencia que tuvo en su vida. Lo extraño es que aún en su situación: no se arrepiente. Tiene plena conciencia de sus errores, pero cree haber evitado que su hijo sufriera la misma tragedia.

Le logró dejar su educación asegurada, hasta doctorado, sin importar qué decidiera estudiar, ni dónde;  inculcó valores que en su infancia eran lujos reservados para la gente de bien. Mantuvo para sí mismo la carga de los fantasmas que acechaban sus pisadas y nunca esperó nada a cambio, pero al estar tan cerca de volverse polvo… 

 

Aquella noche duerme sin sueños, su mente reserva energía para mantener a su cuerpo un poco más.

 

La luz del amanecer besa sus párpados, él abre los ojos y en la esquina, debajo del antiguo comedor, ve el juego de mesa con el cual su hijo jugaba a ser doctor. Sonríe con el anhelo de poder volver a aquellas épocas y maldice con todas sus fuerzas su impotencia al caer en las manos de los demonios heredados. Su único consuelo yace en la decisión que tomó al momento de marcharse, llevando con él la sombra que pudo haber apagado la luz de esos ojos que tanto ama.

 

Recuerda nítidamente aquel día en que su padre ganó el control sobre su cuerpo, estuvo apunto de golpear a la mujer de sus sueños;  su hijo, convertido en un hombre a los 12 años, se paró en medio de los dos; él al ver el rostro de miedo de su hijo, recordó su infancia y se marchó.

 

Por una década y media mantuvo su trabajo, mandó dinero para asegurar que nada les faltara. Cuando su hijo pudo pararse por sí mismo y ocupar su lugar como proveedor, abandonó todo y se dedicó a vagar por la ciudad, trató de encontrar aquello que desde pequeño le hizo falta.


Se sumergió entre la parte más oscura de la capital, conoció mil demonios que resonaban con el suyo, vio lo humano escondido en lo putrefacto y lo macabro acurrucado junto a lo sagrado. Vivió mil y una revelaciones por las que aprendió a domar sus propias maldiciones, sin embargo, el precio había sido demasiado alto y su tiempo junto a los andantes se reducía a velocidad vertiginosa.

 

Su cuerpo yace en aquel lugar donde nació su anhelo de tener una familia, donde por primera vez hizo el amor con su amada, donde vio crecer a su pequeño retoño, donde creyó haber escapado.

 

En sus ojos la luz comienza a apagarse... Escucha unas risas que se acercan desde afuera - No te hagas ilusiones - Se repite a sí mismo con la certeza de morir sin verlos.

 

La puerta se abre y una joven mujer grita asustada. Aquel viejo cansado sube la mirada y

logra ver lo que le parece ser un espejismo... Su hijo abraza a aquella mujer que carga un pequeño niño en sus brazos.

 

Por primera vez en mucho tiempo, sonríe. - Perdón por asustarlos, este pobre viejo solo necesitaba un lugar para pasar la noche, pero si me permiten el paso, retomaré mi camino y los dejaré vivir en paz - Dijo el viejo, quien se levanta, se despide con su sombrero imaginario y se marcha dejando en aquella casa su tesoro más adorado.

 

Al salir, ve a su amada que se acerca, él se agacha y corta una flor del jardín. Ella lo mira con miedo y mantiene su distancia por cautela. - Perdón por las molestias, pero no pude evitar sentir la necesidad de entregarle esta humilde flor a una mujer tan bella. - Ella, sorprendida al escuchar un vagabundo tan elocuente, acepta la flor y dice - Espero tenga un buen día. - El viejo vagabundo se despide con su sombrero imaginario y parte satisfecho hacia su encuentro con la muerte.

bottom of page